Barranco de Los Mosquitos.

Domingo, 2 de Junio de 2019.


Empezamos Junio, llevamos una temporada algo desigual, pero en todo caso sin perder el rumbo en ningún momento. Y hoy, volvemos al monte para pasar una mañana entre barrancos, crestas, bujes y espinos, como está mandao.

Queremos remontar el barranco de Los Mosquitos, junto al parque del Hosquillo, un pequeño barranco de corto recorrido en su parte rocosa, y que alberga una colonia de Avellanos bastante importante. Para ello hemos de llegar al paraje de Lagunillos y coger un carril, que en fuerte pendiente, nos sube a los bordes del parque del Hosquillo y si continuamos llegaríamos a la Sierra de Tragacete, más o menos sobre el monte de Los Vasallos.

Nosotros dejamos el vehículo en la entrada al barranco, o eso pensamos, y empezamos a caminar, la mañana promete aventura.




Una vez en el interior del barranco, sorprenden sus paredes.

Con el vehículo estacionado, hay que llevar todo terreno, comprobamos erróneamente que el barranco que buscamos está un poco más atrás, no pasa nada, volvemos un poco hacia atrás y ya está. Caminar por estos pinares nunca es un problema.

Con las rocas a nuestra vera, iluminadas por el sol mañanero.

Dejamos el carril, y empezamos a remontar el barranco, este si que es....... Entre bujes y pinares, la pradera verde, que mas podemos pedir.

¡Zasca!, la primera en la frente, paredón rocoso, problema de magnitud I. Revisamos los datos, y comprobamos que el barranco en cuestión es donde tenemos el vehículo, no pasa nada, hemos andado poco, volvemos y ya está, pues no, subimos y buscamos un paso, nosotros siempre vamos a lo práctico. jajajaja.

El caso es que estas cosas pasan a menudo, sobre todo si caminamos como es costumbre fuera de senderos señalizados. El monte tiene estos alicientes, incertidumbre en todo momento. La cuestión es que nunca sabemos lo que nos vamos a encontrar, por mucho que miremos los mapas antes de las rutas. Acometemos la subida a esta cresta que separa el barranco del Bu, que es realmente en el que nos encontramos, del barranco de Las torquillas, que es el que nos va a dar paso finalmente al de Los Mosquitos. Hoy vamos como en el juego de la oca, de barranco en barranco y...........

Para salvar la pared, tenemos que subir una ladera muy vertical aunque no muy larga, y buscar un paso, y si no lo encontramos pues no pasa nada, ya volveremos con la lección aprendida.


Enseguida ganamos altura, hay que parar a recuperar el resuello, y aprovechamos a mirar el entorno, allí enfrente el alto de Peñajosa, a las puertas del parque del Hosquillo.

Y a nuestros pies, la pedrera por la que vamos subiendo, que nos hace soltar los "vapores" del sábado.

Ha habido suerte, subimos a la cresta en cuestión y nos encontramos esta loma rocosa, a la izquierda queda el barranco del Bú, y a la derecha el de las Torquillas. No sabemos si llegaremos a Los Mosquitos, pero esto ya pinta bien.

Aunque estos esqueletos presagien tragedia.

Avanzaremos por esta cresta a ver si encontramos por donde bajar al barranco.

Miramos atrás y vemos alineados, Cerro Gordo, detrás de aquella mancha blanca del fondo, mancha que es el alto de Peñajosa, y esta cresta por la que venimos avanzando. En medio, el Escabas corta esta perfecta alineación.

Aquí a la izquierda tenemos el barranco de las Torquillas, vamos a bajar para continuar la ruta, no sin antes parar a almorzar y sea lo que la mañana quiera.

En el fondo de este barranco vemos que hay restos de alguna vía de saca de madera, eso es buena señal.

Empezamos a bajar sin ningún contratiempo, la cosa se va enderezando.

Enlazamos por fin con el Barranco de Los Mosquitos, ahora tenemos que ver como está la cosa para entrar, ya que los temporales pasados han dejado todos estos barrancos casi impracticables.


Aquí ya se intuye lo que nos podemos encontrar.

Vemos un gran tajo de roca, pero hay pinos y mucha vegetación, o al menos es la impresión que da desde aquí.

Esto no va a ser fácil.

Vamos remontando el barranco por el viejo carril de saca que hay junto a el, estamos algo reservones, de vez en cuando nos asomamos al barranco y en este punto vemos el mar de Avellanos que alberga este barranco.

La cosa está algo oscura.

Remontando el barranco por el camino, llegamos a un punto en el que parece que la zona rocosa termina, nos damos cuenta de que tampoco son muchos metros de recorrido, así que decidimos meternos en el, para bajar hasta el coche que lo tenemos muy cerca.


Y ¡Zasca! la segunda al estómago, ¡ya estamos como siempre! nos damos de bruces con un entramado diverso entre buje, pinos volcados, rosal silvestre (muy amable) y algún espino, esto va a ser duro.

En fin, empezamos a bajar por el barranco, y después de pasar algunas penurias en los primeros metros, llegamos a una zona de paredes rocosas que nos hace reconciliarnos con el medio.

La cosa va mejorando.

Esto es otra cosa.

Por cierto, ningún barranco de la serranía tiene un nombre más apropiado y coincidente con lo que nos encontramos que este, no digo na.

Vamos bajando, alternando tramos muy enmarañados en los que ni siquiera dan ganas de sacar la cámara, y otros entre roca como los que vemos ahora que nos hacen disfrutar.

Un barranco fresco que alberga humedad y mosquitos a partes iguales.

Un lujo, al final se han visto colmadas nuestras espectativas.

Seguimos bajando, aunque tenemos que reconocer que, para ver bien un barranco, lo mejor es remontarlo.


Pero hoy ha tocado bajar por el, tampoco está mal, hoy que dábamos la ruta por perdida.

Llegamos al punto central del Barranco. Ahora se abre un poco, antes de entrar de lleno en la zona mas poblada de Avellanos. 



Desde la parte de arriba, no eramos capaces de adivinar lo que había aquí abajo.

Aquí tenemos uno de los pequeños saltos que hay que ir salvando, sin ningún problema.

Ahora que podemos, nos dedicamos a la fotografía, este rincón lo merece.

Y enseguida nos metemos bajo el dosel de Avellanos

Con sus tallos recubiertos de musgos, hoy ya algo resecos, y es que la primavera nos ha dejado con la miel en los labios.

Estos tallos, algo envejecidos, cubren la zona y dificultan el avance.

Esto parece propio de otras latitudes, no faltó la referencia a encontrarnos en medio de estos ramajes, en una mañana de esas de niebla serrana.

Un paisaje digno de otras latitudes.

Una cubierta vegetal que tamiza la luz y crea un micro clima fresco y húmedo.

Sorprende el tamaño de estos Avellanos.

Pasamos este paraíso y la cosa vuelve a enmarañarse.

Aquí hay de todo un poco.

De repente las paredes rocosas pierden altura.



Y vemos que el barranco se termina.

Nos topamos con un entramado de pinos que nos cortan el paso.

Y en vista de lo visto, decidimos salir y buscar el carril que nos ponga de vuelta al punto de partida.

Volvemos al pinar, con los espinos en flor, si por algo me gusta la primavera es por disfrutar de este arbusto.

Y bajo este Pino a modo de Arco del Triunfo, ponemos punto final a la aventura de esta mañana, a pocos metros tenemos el vehículo estacionado, exactamente a la entrada del Barranco de Los Mosquitos. 


Al final objetivo logrado, otra mañana en el monte, conociendo rincones únicos en la Serranía. Ahora toca volver y refrescarnos con los tercios de costumbre, preparando alguna nueva aventura. 



Hasta pronto!!!







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