Fuente de la Tía Perra, asomándonos a Los Olmos.

 Domingo, 22 de Noviembre de 2020.


Después del paseo de ayer por Valdecabras, hoy domingo, nos adentramos en el corazón de la Serranía. Volvemos a la Fuente de la Tía Perra, terrenos conocidos, estamos como en casa. Hoy vamos sin un rumbo claro, pero la intención es caminar por el monte, eso seguro que lo conseguimos a poco que nos pongamos a ello.

Las mañanas barruntan cambios, empiezan a aparecer las escarchas propias de las fechas en que estamos, y que cada año se hacen más de rogar. El caso es que en otra mañana fresca de mediados de Otoño, vamos a dar un buen paseo por la Serranía.

Dejaremos los vehículos en el área recreativa de la Fuente de la Tía Perra, y siguiendo el trazado del sendero del parque natural, subimos a la parte alta de la muela. Luego abandonamos el sendero, para, campo a través, asomarnos a la zona de la dehesa de Los Olmos. Hoy la ruta es cómoda, no tenemos grandes desniveles,  y discurre por un monte limpio por el que caminamos fácilmente. Vamos allá.


El Otoño, patente en los arbolillos que dan la bienvenida en el área recreativa de La Fuente de la Tía Perra.

Y la escarcha, que nos anuncia los rigores del invierno que se avecina, en los prados que la rodean.

Según dejamos los vehículos en el aparcamiento de la fuente de la Tía Perra, por la parte derecha, enlazamos con el sendero del Parque Natural, P.N.S.C. -01. Un sendero para disfrutar de la serranía sin grandes complicaciones, muy recomendable en primavera y otoño.


A la par que ganamos altura, ganamos vistas, allí abajo la zona de Tejadillos en el centro de la imagen, y en el horizonte nos aproximamos a Cerro Sancho.

Siguiendo el sendero por la umbría, casi estamos en la parte alta de la muela que tenemos sobre la fuente de la tía perra.

La escarcha perdura en los prados, todavía no ha entrado la mañana.

Como es una de las primeras heladas de la temporada, nos recreamos en ella.

Y es que una buena escarcha da mucho juego.

Vamos a seguir camino, un poco más por el sendero y enseguida lo dejamos para continuar campo a través.

Siguiendo camino, nos topamos con este gran ejemplar de albar, que al final de sus días nos ofrece esta bella imagen. Los grandes árboles de  la serranía nos dejan su tributo aún terminada su vida.

Pero siempre hay relevo, otros empiezan a hacer méritos para ocupar el lugar de los más viejos.

En el recorrido del sendero, encontramos los restos de un viejo horno de cal. Aquí dejamos el sendero y nos vamos por el monte para asomarnos a la vertiente de la Dehesa de Los Olmos.

Al otro lado de aquellos pinos, encontramos nuestro objetivo de esta mañana.

Con la escarcha que se hace fuerte en las umbrías. 

Nos asomamos a los bordes de esa muela, y ya vemos allí al fondo los Arces, que ya están en modo invierno. Y aquí delante de nosotros, el vallejo por el que discurre el arroyo de la dehesa, en la parte izquierda de la imagen, por el que bajamos en otra ocasión, así a lo bestia, siguiendo el cauce, para meternos en las mismas entrañas de la cascada del Trabaque.

Nos acercamos un poco la zona de los Arces, caminar por allí en cualquier momento del año es un verdadero lujo.

Y con el lujo de tener estas vistas, paramos un ratico para almorzar. Un poco de viandas serranas, en este entorno es algo que no tiene precio.

Hacemos una parada a media mañana, estamos en la cabecera del arroyo de la Dehesa, que se une al Trabaque por su margen izquierdo. Un arroyo de aguas escasas que en épocas lluviosas también genera algún salto que otro digno de ver. Podemos recordar una de nuestras rutas, en la que bajamos por este arroyo, en la siguiente entrada, La cascada del Trabaque desde dentro. Tras la parada, seguimos ruta por los bordes de esta muela, camino de la casa de Los Olmos, que veremos desde las alturas.

Cumplido el trámite del almuerzo, seguimos ruta por los bordes de esta muela, la mañana está espectacular.

En cualquier ceja, un abrigo en la roca.

Abajo, las sombras del pinar hacen las veces de termómetro serrano.

El arroyo de la dehesa, antes de desplomarse hacia el Trabaque, se remansa en una presa artificial.


Y si levantamos un poco la mirada, El Picayo, que nos trae muy buenos recuerdos, aquella ruta a nadie deja indiferente.

Seguimos así a a media ladera, disfrutando de las vistas.

Empezamos a intuir la grieta en el barranco del Trabaque, por la que se descuelgan las aguas en su cascada, tantas veces fotografiada.

Nos acercamos un poco más el Picayo, al fondo el campichuelo.

Impresionante transición entre serranía y campichuelo.

En fin, nosotros seguimos por aquí sin quitar ojo a estos paisajes serranos.

Estamos con el otoño avanzado, y las herbáceas en la serranía entran en letargo. Los tonos pardos, dominan los suelos.

De repente, aparece ante nosotros la Casa de Los Olmos. Una vieja construcción que vio mejores tiempos en estos lares. Año a año vamos siendo testigos de su progresivo deterioro. 

Echamos una última vista al Picayo.

Y a punto de entrar en el vallejo donde nace el Trabaque, que descuelga sus aguas por el barranco.

Sacamos una última vista de la vieja casa y ponemos rumbo de vuelta.

Bordeando esta Muela, nos hemos puesto casi en la cabecera del Trabaque. Tenemos una buena vista de todos estos parajes, la dehesa de los Olmos, la vieja casa, que fue mucho más que una simple casa, los Arces, el barranco que camina hacia Arcos de la Sierra, un paraje de ensueño. Somos unos privilegiados por poder disfrutar de estos parajes, creednos. Ahora vamos a dejar esta ceja que nos acerca al paraiso. y vamos a iniciar campo a través, el camino de vuelta.


Atravesando este estupendo pinar.

Y con una última mirada hacia el barranco.

Buscamos el camino de vuelta, junto a estos viejos pinos que conocieron mejores días en esta muela.


En un momento enlazamos de nuevo con el sendero del parque natural, y ponemos punto final a la ruta de hoy. Una mañana espectacular en el mismo corazón de la serranía de Cuenca. No hay excusa para no venir a conocer estos parajes. Animarse.

No hace falta recordar que cada una de nuestras rutas, termina con una buena mano de tercios fresquitos. El deporte requiere hidratación.


Hasta pronto!!!










Una pincelada por Valdecabras.

 Sábado, 21 de Noviembre de 2020.


A Valdecabras, aquí nunca se falla. Hoy es sábado y me surge la oportunidad de hacer una ruta por estas tierras, así es que no me lo pienso y allá que te va. La ruta la hemos hecho muuuuchas veces, pero siempre se ve algo nuevo, y es por ello que me he decidido a dejar constancia aquí. Y es que no se en que momento me dejé embaucar para entrar a una cueva, aunque tengo que decir que era facilona. 

El caso es que nos vamos a Valdecabras, en una mañana fresca de Noviembre, aunque enseguida la cuesta y el sol reinante caldean el ambiente. Vamos a subir a la sierra de Valdecabras, por la senda del Polvoso, recorremos las cornisas rocosas hasta el llano del Calar,  para ponernos frente a Valdecabras, nos deleitamos con el vuelo majestuoso del buitre leonado sobre el valle, y continuamos hacia la fuente de la Canaleja, aunque no llegaremos, nos bajamos por una vía de escape hacia el pueblo para terminar el recorrido de hoy.

Como estos parajes ya los hemos enseñado en repetidas ocasiones, el reportaje fotográfico va mas enfocado a la cueva, (con fotos bastante mejorable). Aunque la fotografía en condiciones de falta de luz no es lo nuestro, había que intentarlo.

Dejamos los vehículos en el cruce de Valdecabras, y empezamos la caminata hacia la fuente del Polvoso, podemos recordar la subida en esta entrada: El polvoso. Una vez arriba, no fuimos a ver esas grandes rocas que salen en la entrada anterior, seguimos por los bordes de la muela, por las rocas que vemos Aquí. En esta última entrada vemos la senda del polvoso de bajada, y todas las rocas por las que hemos caminado hoy, hasta lo que nosotros llamamos la tortuga, donde paramos a almorzar al abrigo de la roca, y continuamos marcha hacia el Llano del Calar.


Al abrigo de este mágico rincón, paramos a almorzar, solo se escucha el silencio esta mañana.

Hecha la parada del almuerzo, continuamos marcha para situarnos literalmente sobre el pueblo de Valdecabras. Subiremos a ver otras de las piedras míticas en esta ruta, y nos asomaremos a las entrañas de la tierra.

Hoy tenemos una luz espectacular, y estos cortados sobre el pueblo dan mucho juego.

Aquí lo tenemos, con el otoño dando sus últimos coletazos.

Las labores de limpieza en los huertos de la zona, inundan el valle.

De repente emprenden vuelo los buitres que descansan al sol en estas cornisas, son los dueños del valle.

Ahora seguiremos caminando por estas cornisas, en dirección a la Canaleja.

Una mirada atrás y seguimos marcha, estas cornisas dan para un buen rato de contemplación.

Ahora subiremos a esta roca, desde allí arriba hay muy buenas vistas de Valdecabras. Por la derecha de la imagen, con un poco de "espinosidades", se sube bien.

Una vez arriba, las vistas vuelven a ser inmejorables. Se puede subir tanto por la derecha como por la izquierda de la imagen, por los callejones que se forman entre las rocas. De hecho, nosotros subimos por la derecha y volvimos a bajar por la parte izquierda. Con un poco de cuidado no hay ningún riesgo.

Las hiedras abrazan la roca.

Volvemos a bajar para continuar la marcha justo por debajo de los cortados, donde se encuentran los abrigos para el ganado, toda esta zona de solana está plagada de viejos corrales, mucha vida ganadera había en este valle de Valdecabras.


Corrales que aguantan como pueden el paso del tiempo.

Y llegamos al siguiente punto clave en la ruta de esta mañana, la entrada a la cueva. 

Según la imagen anterior, a la derecha de la imagen está la entrada a la cueva, que con sus variadas formaciones, se ve en un momento. Para hacer buenas fotos en el interior de una cueva hay que iluminarla, y hay que ser fotógrafo, no es el caso, así es que haremos lo que podamos. Nos agachamos un poco en la boca de la cueva y enseguida recuperamos la verticalidad, la cavidad tiene bastante altura y no entraña dificultad más allá de algún resbalón con la humedad reinante.


El agua va trabajando poco a poco en el interior de la cueva.

Es paciente, no tiene prisa.


Una gran columna se descuelga desde la parte alta.

En su lento deslizar por la roca los depósitos calizos van creciendo.

El capricho de la naturaleza.


A falta de buenos medios, damos un pequeño garveo por el interior de la cueva, y enseguida salimos de nuevo a la luz. Ahora bajaremos al barranco de la Canaleja para terminar la ruta. Aprovechando una vieja senda, bajamos a la carretera, la cruzamos y nos descolgamos hacia el barranco, estamos a tiro de piedra del pueblo. 


Espinos y rosales silvestres, colonizan la entrada a la cueva.

Hemos cruzado la carretera, ahora enlazamos con la senda que vemos ahí abajo, y en un momento en los coches.

Hemos pasado sobradamente el medio día, estamos casi sobrepasando la hora de los tercios, pero eso no se perdona nunca. Al final una buena ruta, unos 13 Km. por terrenos conocidos, pero que cada día nos enseñan algo nuevo, esa es la grandeza de nuestra serranía, nunca terminaremos de conocerla. Valdecabras está ahí, a un paso de Cuenca, no hay excusa para no venir a conocer estos parajes. 


Hasta pronto!!!