Cañamares, un vistazo al incendio de este verano.

Domingo, 17 de Septiembre de 2017.


En la tarde noche del pasado 9 de Agosto, se declaraba un incendio forestal en el termino de Cañamares, muy cerca del núcleo urbano, en las inmediaciones del puerto del Monsaete y la Sierra del Rodenal. La Serranía de Cuenca se veía seriamente amenazada. Imaginamos la angustia de los vecinos ante la proximidad del fuego, serían horas difíciles. 

Este pasado verano ha sido muy seco y caluroso, y este no ha sido el único incendio, recordamos también el que se originó en Campillo de Altuobuey, con bastantes más de 1000 hectáreas de monte calcinadas, seguramente el más importante de esta temporada en la provincia, pero además muchos incendios menores y conatos, que gracias al trabajo de los bomberos forestales se pudieron atajar a tiempo de evitar males mayores.

Nosotros hoy nos hemos querido acercar a Cañamares, para comprobar sobre el terreno la tremenda destrucción que provoca el fuego. Todo calcinado, ni rastro del matorral y monte bajo, toda la zona de pinar devastada, la tierra completamente cubierta de ceniza y desprovista de la parte vegetal pierde toda su cohesión, aumentando el riesgo de erosión ante la posibilidad de lluvias intensas. Un verdadero desastre ecológico.

También hemos visto sobre el terreno el intenso trabajo realizado por todas las personas que colaboraron en la extinción. Gracias a todos.

Ante este panorama, para cualquier persona de bien, es fácil imaginar las sensaciones que se tienen caminando por allí, lo que no resulta fácil es explicarlo. Os mostramos a continuación nuestro recorrido por la zona.


Al fondo vemos el cerro de la Degollá, a la derecha de la imagen la sierra del Rodenal, en primer plano tierra quemada.

En primer lugar nos subimos por la carretera del puerto del Monsaete, un tramo de carril y nos asomamos sobre la ladera de este monte hasta donde llegó la lengua de fuego.

Luego más tarde caminaremos por allí abajo. 

Muy distinta es esta imagen del manto verde del Rodenal, la Degollá, y todos los vallejos adyacentes.

Aquí arriba solamente encontramos destrucción, restos de arbustos calcinados, y el suelo que empieza a cubrir el negro manto con las acículas de los pinos muertos.

En medio de tanta destrucción, un atisbo de esperanza, las carrascas empiezan a brotar a poco más de un mes de la catástrofe.

Las rocas calizas totalmente afectadas por el humo.

Nos invade una gran tristeza.

Dejamos esta zona alta y nos encaminamos hacia los vallejos cercanos al pueblo.

En esta zona el daño ha sido grande, casi todo es pinar y ya sabemos que esto no se regenera fácilmente.

A la vista está.

En esta parte baja, vemos perfectamente el trabajo de las máquinas para delimitar el perímetro del incendio. Y efectivamente marca el contorno donde pararon el avance de las llamas.



Las máquinas trabajan en estos cortafuegos volcando árboles y limpiando la vegetación del suelo para limitar el avance del fuego.

Fuego que ya ha causado bastante daño.

Hace un rato estuvimos allí arriba.

Ahora venimos bajando por este cortafuegos que, en la imagen no se aprecia, tiene gran pendiente.

Nos meteremos un poco en el monte para bajar al fondo del valle, atravesamos ahora una zona donde el incendio dejó sus huellas bien marcadas en todo lo que tocó a su paso, poco más que añadir, las imágenes lo dicen todo.















Volvemos a encontrar algún brote de carrasca, entre tanta desolación nos da esperanzas.



Otra de las cosas que estamos viendo es cómo la tierra queda suelta, como si hubiese perdido firmeza, bajo el manto negro estas laderas son más resbaladizas que de costumbre. Si algún día llegan las lluvias, el riesgo de erosión es máximo.

También reparamos en las rocas, reventadas por el intenso calor del fuego, ésta en tres pedazos.

Y en el vacío que dejan los tocones secos de los árboles, y sus raíces, en esta imagen vemos perfectamente es hueco dejado por el tronco y las raíces, creando largas galerías que también extienden el fuego.

Hemos llegado al fondo del vallejo, el suelo está cubierto de acículas de pino muerto, bajo ellas únicamente ceniza.

En la zona más húmeda del vallejo, los juncos intentan recuperar espacio.

Hasta las abejas tienen la entrada a casa cubierta de humo negro.

Remontamos otro vallejo, que en su parte baja no está muy afectado, pero según vamos subiendo la cosa se vuelve a poner fea.

Entramos en el final de la ruta que estamos haciendo hoy, esta zona que vamos a ver nos deja una sensación agridulce. Empezamos con unos arbustos que empiezan a rebrotar,  pero un poco más arriba el pinar nos devuelve a la realidad de la catástrofe.

Este espino albar, no ha resistido la fuerza del fuego.

Pero de su raíz empiezan a aparecer brotes.

Lo mismo ocurre con el rosal silvestre.

Fuertes vástagos pretenden vengar tanta desolación.

Hay futuro en estas especies que tienen la capacidad de regenerarse con tal vigor tras el fuego.

Pero continuamos la marcha, levantamos la mirada y comprobamos que el pinar está totalmente muerto. Remontamos estos bancales para terminar la ruta de hoy.

Y nos encontramos con esta gran carrasca, calcinada.

Su corteza no deja dudas.

Como los huecos dejados por los tocones y las raíces.

De cuando en cuando, unas carrascas rebrotando.

Pero la realidad es esta, un monte muerto.


Ahora tocará limpiar este monte de la madera quemada, y repoblar. Las especies arbustivas se van a ir recuperando, pero el pinar está perdido. Al filo del medio día dimos por terminado el recorrido por la zona, pusimos rumbo a Cuenca. 

Quisiera volver a agradecer el trabajo de todos los que participaron en la extinción, de este y de tantos otro incendios. La verdad es que este personal se juega la vida.



Hasta pronto!!!




4 comentarios:

  1. Pero lo cierto es que la vida se abre camino, y los ciclos se vuelven a reiniciar.
    Muchas gracias por el aporte.

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  2. Esperemos que no tarden mucho en repoblar

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  3. A ver si lo ecologistas echan una mano cuando hay un incendio

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  4. Es una verdadera pena verlo susedido en los pino y en cañamare

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